¿Quién es Robert Francis Prevost, el nuevo Papa León XIV?

Cuando Robert Francis Prevost apareció en la Logia como Papa León XIV, la historia dio un giro. No solo por ser el nuevo rostro de la Iglesia Católica, sino por convertirse en el administrador supremo de una de las instituciones con mayor influencia económica y política del planeta: el Vaticano.
Prevost no es un outsider. Nació en Chicago, creció bajo la estructura de la Iglesia en EE.UU., pero su formación más profunda —espiritual y estratégica— se consolidó en América Latina, particularmente en Perú. Hablamos de un hombre que conoce el hemisferio sur desde las comunidades indígenas hasta las mesas de poder clerical. Esta mezcla de pragmatismo estadounidense y sensibilidad latina lo convierte en una figura atípica, incómoda para algunos sectores… y muy poderosa para otros.
El Vaticano no es solo fe. Es también economía. Administra bienes inmuebles valorados en más de 5 mil millones de euros, posee uno de los fondos soberanos más discretos de Europa y maneja operaciones diplomáticas con más de 180 estados. Hoy, el Papa no solo predica: negocia, orienta políticas globales y decide asignaciones millonarias en misiones humanitarias, educación, salud y reconstrucción posguerra.
¿Quién impulsó a León XIV? Algunos sectores moderados de la Iglesia norteamericana vieron en él una figura puente. Otros —en América Latina— lo respaldaron como un líder que entiende el dolor social de la región. Entre sus aliados están arzobispos clave en México, Brasil y Colombia, así como miembros influyentes de la Curia romana que buscan un Vaticano menos cerrado y más transparente. Pero no todos aplauden.
La administración Trump, que ha manifestado su intención de reactivar viejas formas de poder religioso y comercial, podría ver con recelo a un Papa con raíces latinas y discurso social. Prevost habla de justicia climática, de redistribución de recursos, de abrir las puertas a migrantes. Un lenguaje incómodo para quienes ven en la Iglesia un símbolo conservador y alineado al orden establecido.
La elección de León XIV no solo cambiará misales. Puede afectar equilibrios diplomáticos, redefinir alianzas internacionales e influir incluso en votaciones estratégicas en América Latina. Ya hay señales: un aumento en las visitas diplomáticas al Vaticano, ajustes en los fondos de cooperación internacional y la reactivación de ciertos programas sociales con financiación mixta de organismos católicos y la ONU.
León XIV no solo hereda un trono. Hereda una red. Y con ella, el poder de redefinir el papel de la Iglesia en un mundo cada vez más polarizado. Entre el capital y la compasión. Entre Washington y los Andes. Entre los símbolos… y las acciones.
Este nuevo Papa no solo bendice. También decide.