El éxtasis de Francisco con Caravaggio

El Papa Francisco adoraba la pintura, pero si había un artista capaz de conmover hasta lo más hondo, ese era Caravaggio. Entre todas sus obras, La vocación de San Mateo ocupaba un lugar especial en su corazón. Esta pintura del milanés, cargada de claroscuro y dramatismo, no solo lo acompañó espiritualmente durante su pontificado, sino que ahora, tras su muerte, será testigo silencioso de la elección de su sucesor.
La obra, pintada en 1599 para la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses en Roma, narra un episodio del Evangelio según San Mateo. Pero Caravaggio, fiel a su estilo, lo traslada a una taberna, escenario cotidiano y mundano, donde un grupo de recaudadores de impuestos cuenta monedas bajo una tenue luz. En un extremo, Jesús y San Pedro irrumpen en la escena. Jesús señala a Mateo, quien se lleva la mano al pecho sorprendido, como preguntando: “¿Te refieres a mí? ¿Por qué yo?”
Esta escena de duda y llamado resonaba profundamente con el Papa. Según relataba la escritora Enuma Okoro en el Financial Times, Francisco veía en ese rayo de luz que irrumpe en la pintura —marca registrada de Caravaggio— una metáfora de la gracia divina, esa que puede tocar a cualquiera en cualquier momento. “Todos estamos a salvo”, creía. La redención es posible para todos.
Francisco también fue visto rezando frente a otras obras del pintor, como la Madonna de Loreto, otra obra polémica por haber tenido como modelo a una prostituta —Lena—, algo habitual en la irreverente sensibilidad del artista. No era casual: Francisco tenía una sensibilidad especial para captar la humanidad cruda y la belleza rota que Caravaggio supo retratar como nadie.
La vocación de San Mateo le marcó tanto que, según Rome Reports, se hizo una copia exacta que hoy cuelga en la Casa Santa Marta, el lugar donde el Papa residió durante su pontificado y donde ahora, en esos mismos pasillos, se alojan los cardenales convocados al cónclave. Bajo esa mirada caravaggiesca —dramática, intensa, cargada de silencios y milagros cotidianos— se decidirá el futuro de la Iglesia.