The Velvet Sundown, el experimento musical que desafía los límites del algoritmo… y del arte

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470,000 oyentes mensuales. Portadas surrealistas con escaleras en el desierto. Un álbum ya publicado, otro a punto de salir. Todo parece indicar que The Velvet Sundown es la nueva revelación del soft rock alternativo. Solo hay un problema: nadie sabe si realmente existen.

Mientras el mundo musical intenta entender esta anomalía digital, las preguntas se acumulan. ¿Es esta banda una genial campaña de marketing? ¿Un proyecto experimental de inteligencia artificial? ¿O el primer paso hacia una industria donde los músicos ya no se ven… solo se escuchan?

Las señales de un fenómeno sintético

Todo empieza con Dust and Silence, un álbum melódico, atmosférico, con tintes de country y rock sureño. Le siguen sencillos como Drift Beyond the Flame y End the Pain, que entran con suavidad en playlists globales. La música, aunque agradable, tiene algo desconectado. Y eso es justo lo que alertó a los expertos: la voz del cantante cambia ligeramente de canción a canción, las letras son genéricas y la producción carece de la textura emocional que suele acompañar la interpretación humana.

A esto se suma un componente visual que delata la mano de la IA. Las portadas de los álbumes parecen salidas de un mismo generador gráfico, repitiendo fórmulas visuales típicas de Midjourney o DALL·E. Y las fotos de la banda, publicadas en su Instagram, revelan rostros impecables pero sin identidad, iluminación digital y posturas que ningún fotógrafo editorial permitiría sin corrección.

El misterio no termina ahí: los supuestos integrantes —Gabe Farrow, Lennie West, Milo Raines y Orion “Rio” Del Mar— no existen en ninguna base de datos, ni hay evidencia alguna de su trayectoria previa. Ni entrevistas, ni presentaciones en vivo. Solo una narrativa cuidadosamente escrita en su biografía de Spotify que, curiosamente, no menciona IA por ningún lado.

¿Puede una banda ficticia ganar dinero real?

Aquí es donde comienza la parte realmente interesante. Con más de 470 mil oyentes mensuales, The Velvet Sundown podría estar generando entre $2,000 y $3,000 USD al mes solo en reproducciones, según estimaciones basadas en el pago promedio de $0.004 por stream en Spotify. Si logran colarse en playlists algorítmicas y mantenerse activos, podrían llegar a cifras anuales de entre $30,000 y $50,000 sin hacer giras, sin entrevistas, sin humanos.

La industria musical está tomando nota. Con herramientas como Suno AI, Boomy o Amper Music, crear pistas completas a partir de prompts ya no es ciencia ficción. Basta con unos clics, una narrativa persuasiva, y el respaldo de plataformas que priorizan la retención por encima de la procedencia. En ese escenario, una banda como The Velvet Sundown es menos una anomalía y más un modelo de negocio replicable.

¿Dónde queda el arte?

Spotify ha endurecido sus reglas: en 2024, desmonetizó toda canción que no supere las 1,000 reproducciones anuales. Eso dejó fuera al 86% del catálogo disponible en la plataforma, según datos internos compartidos por Music Business Worldwide. Y mientras miles de artistas reales luchan por sobrevivir, la polémica estalla cuando una banda presuntamente generada por IA —sin músicos, sin giras, sin alma— consigue miles de escuchas.

Para muchos, es el símbolo de un modelo roto. Para otros, una oportunidad creativa. La discusión es profunda: ¿puede una canción ser válida si no la escribió nadie? ¿Puede una máquina tener sensibilidad? ¿Es esto una amenaza… o simplemente el próximo paso?

La lección detrás del algoritmo

Más allá del debate ético, The Velvet Sundown representa una idea poderosa: la capacidad de generar ingresos pasivos utilizando inteligencia artificial, aprovechando estándares culturales preestablecidos. Crear algo que suene “familiar”, que entre suave a la playlist, que no incomode… y que monetice.

Esto plantea una nueva frontera para artistas, emprendedores y marcas. En un entorno donde los datos determinan la exposición y la IA puede producir sin descanso, el reto no será solo crear, sino generar valor real, conexión emocional y diferenciación auténtica.

Tal vez The Velvet Sundown no toque en Coachella. Pero ya ganó algo más poderoso: la atención. Y en el siglo XXI, la atención también se traduce en ingresos.

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