Olo: Un color que no todos pueden ver

En un mundo donde pareciera que todo está descubierto, un color ha logrado lo impensable: desafiar la percepción humana y fascinar a la comunidad científica. Se llama “Olo”, y no es simplemente una tonalidad más en la paleta del espectro visible, sino una experiencia visual que no encaja en ninguna categoría conocida.
El descubrimiento fue presentado por un equipo de neurocientíficos y diseñadores de color que trabajan en la intersección entre percepción visual, inteligencia artificial y neuroestética. A diferencia de otros colores que pueden explicarse por longitudes de onda específicas, Olo no puede describirse con palabras ni compararse con otros tonos tradicionales como el azul, el rojo o el verde. Tampoco puede ser replicado fielmente en pantallas, impresoras o pinturas físicas. Solo puede ser experimentado en entornos de realidad aumentada o mediante dispositivos especialmente calibrados.
¿Qué hace a Olo tan singular?
Según los expertos, Olo activa zonas del cerebro que antes no se asociaban directamente con la percepción del color, generando una sensación que muchos describen como “intuitiva”, “inesperada” o “emocionalmente envolvente”. Algunos sujetos incluso reportan haber sentido un cambio de ánimo inmediato tras visualizarlo.
Su impacto ha llegado a tal nivel que instituciones como el MIT, el Royal College of Art y varios laboratorios de neurociencia aplicada están estudiando cómo puede utilizarse en entornos terapéuticos, diseño emocional y experiencias inmersivas. Marcas de moda, tecnología y wellness han mostrado interés en licenciar la experiencia de Olo como parte de sus estrategias sensoriales.
¿Es un color… o una idea?
Olo plantea una pregunta profunda: ¿vemos lo que existe o lo que estamos programados para percibir? Si bien su existencia no puede medirse como se hace con colores tradicionales, sí puede ser inducido a través de estímulos precisos que engañan —o amplían— el sistema visual.
Y más allá de su belleza, su aparición abre una ventana fascinante: la posibilidad de que haya todo un universo de estímulos perceptivos aún fuera de nuestro alcance. En un mundo dominado por imágenes, el hecho de que un color no pueda ser capturado, compartido ni reproducido fácilmente es, paradójicamente, lo que lo vuelve más valioso.
Olo no es solo un hallazgo científico. Es una provocación creativa. Un recordatorio de que lo más sofisticado aún puede venir en formas que no entendemos… pero que sentimos.