Joyas que cuentan historias

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En una era donde la joyería de lujo suele sucumbir ante los dictados de la tendencia efímera y el algoritmo, Alice Cicolini representa una anomalía exquisita: una diseñadora que reivindica la lentitud, la artesanía y el ritual como formas de resistencia estética.

Nacida en Londres y formada en Central Saint Martins, Cicolini ha tejido una carrera que bordea los márgenes del diseño industrial, la moda y la historia del arte. Su interés por la India —y particularmente por Jaipur, capital de la orfebrería tradicional— no es un gesto decorativo ni turístico, sino el resultado de una investigación estética y simbólica profundamente arraigada. En su obra conviven el pigmento de las miniaturas mogolas, el tacto del ébano tallado, la pureza del oro de 22 quilates y la delicadeza de técnicas como el meenakari (esmalte pintado a mano), que aún practican maestros artesanos en talleres ocultos del norte de India.

Su marca, fundada en 2009, es también una plataforma para el diálogo entre culturas y tiempos: un encuentroentre Londres y Jaipur, entre la mujer contemporánea y la historia de la “Ciudad de la Victoria”. Colgantes desmontables, anillos móviles, pendientes que evocan movimientos coreografiados: su joyería no está pensada para el escaparate sino para el cuerpo, ese territorio íntimo donde lo ornamental se vuelve experiencia.

En un momento donde “hecho a mano” se ha vuelto una etiqueta vacía, Cicolini insiste en devolverle densidad a la palabra lujo. La suya es una práctica curatorial, casi antropológica, que celebra lo pequeño, lo imperfecto, lo que tarda en hacerse. Su joyería es, en el fondo, una forma de contar historias: las de las mujeres que la usan, las de los artesanos que la crean, y las de un mundo donde la belleza aún puede ser un acto de contemplación.

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