El Dorado: Entre el mito y la búsqueda eterna.
El Museo Amparo de Puebla alberga una exposición fascinante que desentraña el mito de El Dorado, curada por María Virginia Jaua. Lejos de limitarse a la leyenda del oro, la muestra invita a reflexionar sobre los sueños y obsesiones que han marcado a la humanidad. A través de un recorrido visual dividido en capítulos, los visitantes exploran la dualidad entre lo tangible y lo intangible, confrontando las luces y sombras de un anhelo que trascendió épocas y fronteras.
La exposición reúne obras de 23 artistas internacionales, como Alfredo Jaar y Antonio Vega Macotela, quienes reinterpretan El Dorado como una metáfora de la búsqueda humana. No se trata de un lugar concreto, sino de una obsesión colectiva que ha permeado culturas desde la colonización hasta hoy. Las piezas dialogan entre la materia y el espíritu, cuestionando si el verdadero “tesoro” radica en la riqueza o en la transformación personal y social que simboliza este mito.
María Virginia Jaua destaca cómo El Dorado sigue vivo en el imaginario contemporáneo, desde los migrantes que persiguen un futuro mejor hasta las reinterpretaciones artísticas que desafían su legado. El mito, arraigado desde el siglo XVI con expediciones como las de Francisco de Orellana, ahora se resignifica en un contexto global. La muestra no solo revisa el pasado, sino que interroga las nuevas formas en que la sociedad sigue persiguiendo sus propios “dorados“, ya sean materiales o abstractos.
Con sedes previas en la Americas Society de Nueva York y la Fundación Proa de Buenos Aires, la exposición cierra su ciclo en Puebla, enriquecida por un diálogo entre historia y arte contemporáneo. Figuras como Ramiro Martínez Estrada, director del Museo Amparo, respaldan esta visión que conecta el mito fundacional con las inquietudes actuales. Las obras, diversas en técnicas y perspectivas, revelan cómo la obsesión por lo inalcanzable moldea identidades y culturas.
“El Dorado: De la utopía al mito contemporáneo“, abierta al público hasta el 19 de mayo de 202, es una invitación a cuestionar nuestros anhelos. Al recorrerla, el espectador descubre que el verdadero oro está en la capacidad de reinventar nuestras búsquedas. El mito perdura, pero su significado se transforma, desafiándonos a mirar más allá de lo evidente.