Los Juguetes de Lando Norris

La Impresionante Colección de Autos del Piloto de Fórmula 1 Lando Norris
El piloto británico de Fórmula 1 Lando Norris no solo domina los circuitos; también cultiva, fuera de ellos, una mirada refinada hacia el diseño automotriz. Su colección de autos revela una narrativa personal donde cada vehículo representa más que velocidad: es memoria, estética, carácter.
Una de las piezas más evocadoras es un Lamborghini Miura, el automóvil que muchos consideran el primer superdeportivo moderno. Con líneas fluidas que evocan la escultura italiana y una silueta que permanece imbatible al paso del tiempo, este modelo de los años 60 parece condensar toda una era. Para Norris, su valor no radica solo en su rareza, sino en una admiración casi cinematográfica: fue una película sobre la casa de Sant’Agata Bolognese la que despertó su deseo de tenerlo. Lo llama, sin dudarlo, “uno de los coches más bellos jamás fabricados”.
Lamborghini Miura
A este ícono se suma el siempre inquietante Ferrari F40. Nacido en la década de los excesos, su lenguaje visual –puro, agresivo, sin concesiones– continúa siendo un homenaje a la ingeniería enfocada exclusivamente en el placer de conducir. Su presencia en el garaje de Norris aporta una textura distinta: menos nostalgia, más vértigo.
Ferrari F40
Como es natural, McLaren ocupa un lugar privilegiado en su universo. Su 765LT Spider, vestido en azul y amarillo como guiño al casco que lleva en carrera, parece unir dos mundos: el de la competición y el de la expresión personal. Junto a este modelo, un P1 y un Senna completan un trío que no solo habla de potencia, sino de identidad.
McLaren 765LT Spider
En una nota más doméstica, aunque igual de sofisticada, aparece el Lamborghini Urus. Este SUV, avistado alguna vez entre los destellos arquitectónicos de Mónaco, demuestra que en el día a día también puede haber lugar para el diseño sin renunciar al confort.
Fiat 500 Jolly Evocation
Pero quizás el gesto más íntimo de esta colección sea un pequeño Fiat 500 Jolly Evocation de 1972, aquel que Norris compró con sus primeros ahorros. Con sus formas suaves y su aire veraniego, representa algo esencial: el inicio de una historia, el primer símbolo de una pasión que hoy sigue escribiéndose, motor a motor.
Más allá del brillo de los emblemas o de los rugidos de motor, cada auto en esta colección parece pertenecer a un relato mayor: uno donde la velocidad se mezcla con la contemplación, y donde el gusto por el detalle encuentra siempre su próxima curva.