Una joya de un millón de piezas en el Palacio de Bellas Artes

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Casi un millón de piezas de vidrio Favrile – un tipo de vidrio artesanal iridiscente creado por Louis Comfort Tiffany a finales del siglo XIX- componen esta obra maestra que retrata el majestuoso Valle de México y simboliza la fusión del arte internacional con la identidad mexicana. 

La cortina de cristal del Palacio de Bellas Artes no es solo una simple cortina; es un testimonio del ingenio y el talento del artista Louis Comfort Tiffany, quien la diseñó junto a su equipo en Tiffany Studios, Nueva York. Encargada en 1909 y finalizada en 1911

Una obra que fusiona arte y técnica

Este material se distingue por sus tonalidades iridiscentes que bordan el arcoíris cuando juegan con la luz. La obra representa un paisaje emblemático del Valle de México, donde se aprecian los míticos volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl.  

Durante 15 meses, la dedicación de 20 artesanos especializados en mosaicos dio vida a cada pieza. El vidrio fue elaborado en las fábricas de Tiffany en Corona, Long Island, mientras el robusto marco de bronce se produjo en su planta de metales. Posteriormente, la cortina fue exhibida en las salas de Tiffany en Nueva York antes de viajar al puerto de Veracruz en junio de 1911 a bordo del vapor Monterrey. 

Una de las características más sorprendentes de esta cortina es su tecnología. A pesar de medir aproximadamente 14.5 metros de ancho y 12.5 metros de alto, ¡pesa alrededor de 22 toneladas! Esto no ha sido un impedimento, ya que es funcional gracias a un avanzado sistema eléctrico que permite levantarla y bajarla con facilidad. Además, su diseño incluye resistencia al fuego, contrastándola con el uso tradicional de las cortinas de tela, lo que la convierte en un elemento seguro y espectacular en el escenario.  

La cortina de cristal no solo es un logro técnico, sino que tiene un significado cultural inmenso. Es un homenaje al majestuoso paisaje mexicano y simboliza la profunda conexión entre el arte internacional y la identidad cultural de México. Al contemplar esta maravilla, se nos recuerda la riqueza de nuestras raíces y la herencia artística que perdura. Sin lugar a dudas, el Palacio de Bellas Artes se eleva no solo como un lugar de espectáculos, también, como un santuario de la historia y la cultura que resplandece a través de cada destello de la cortina de cristal.  

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